Las calles vacías nos indican que hace mucho que
nadie se para a mirarlas, que nadie encuentra en ellas la belleza de otro
tiempo. Nadie sonríe al pasear por ellas y nadie se detiene a pensar en su
historia.
Calles en las que se han vivido tensiones,
emociones, sentimientos. En las que se ha llorado, reído y hasta seguido a
masas, ahora solo nos piden que las permitamos seguir viendo estas historias
desde cada farola, banco o alcantarilla en la que una mujer se enganchó un
zapato al correr a los brazos de su novio.
Hoy nos siguen observando, e incluso, protegiendo.
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