viernes, 21 de marzo de 2014

Blanco

Aquella mañana era especial. Desperté sobre ti. Tu cuerpo desprendía calor. Miré la hora en el viejo reloj que descansaba sobre mi mesita, era tarde. Me levanté silenciosamente, no sin antes darte una caricia y hundir mi cara sobre tu blanco cuerpo. Tras ducharme, regresé a tí. Estabas frío, ya no me apetecía volverme a dormir. Te cogí por uno de tus extremos y te deslicé tapando mi  cómoda almohada. De esta forma, querida sábana, hice la cama aquel día.