Sin embargo, todo esto hace
mucho que se olvidó, que se escabulló de nuestros recuerdos como jamás deberían
haberse escapado. No hay arrepentimiento en nuestro rostro, más bien odio.
Odio, que nació de la necesidad. La necesidad de estar juntos, de tocarnos,
rozarnos, desaparecer de la vida de la
otra persona y olvidarnos de los besos, abrazos y sentimientos compartidos.
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